Las profesiones que generan más odio en la sociedad, dejando a un lado a los políticos que rigen nuestros destinos y, por lo tanto están sometidos a juicio permanente por parte de los ciudadanos -y no es para menos-, son aquellas que pretenden orientar desde la instrucción a la compleja variedad humana en distintos contextos. Son oficios como el de maestro, árbitro de fútbol o periodista, que parten (o deben partir) de la realidad objetiva para enunciar las situaciones, transmitir su conocimiento, formular un enjuiciamiento, y difundir una visión justa, docta, y contrastada de la realidad, destinada en última instancia a poner los puntos sobre las íes con la ventaja que les da la buena información y/o el conocimiento del terreno.
La mala prensa -valga la redundancia- de la que goza el periodismo, se debe sobre todo al militantismo antepuesto al rigor, o al ejercicio mercenario por encima de la información. Parece como si no hubiera reglas, y se hubiera dado el salto de la crónica al relato, de la opinión a la mentira, de la línea editorial a la línea roja.
Así es, una vez legitimado en las tertulias el freak-periodismo de personajes delirantes que todos conocemos, en el imaginario popular se ha configurado el tablero de la guerra de la verdad y para defender esa verdad sólo se puede estar en un bando o en el otro. Hasta tal punto que, para el ciudadano, un periodista es un informador con etiqueta de derechas o de izquierdas que ejerce la profesión confinado en sus propios (o impuestos) límites ideológicos. El problema ahora es el periodismo crítico o limpio, donde, por una pregunta incómoda, un periodista puede ser tachado de fascista o de todo lo contrario.
Supongo que habrán oído hablar de la incómoda pregunta de Angels Barceló a Ione Belarra. Debo confesar que me ha sorprendido la horda de improperios dirigidos a la periodista en las redes por preguntarle a Belarra si consultaría con Pablo Iglesias a la hora de decidir si confluir con Yolanda Díaz en las elecciones. Belarra subrayó el supuesto machismo de la pregunta, que quedó sin respuesta : «Esa pregunta nunca la harían si yo fuera un secretario general» », por aquello de la tutela del macho alfa. Yo creo sinceramente que sí, que se la hubiese hecho de todas formas y voy a explicar por qué.
La sociedad democrática está tan harta del acoso a Pablo Iglesias en los medios que se espera del periodismo independiente todo lo contrario, no un cierto equilibrio. De ahí el escándalo, y que ese purismo ideológico no sea compatible con un mínimo espíritu crítico. Entonces, se aisla la pregunta, se hace un corte y se difunde, y en cuestión de minutos las preguntas las carga el diablo.
Sin embargo, el tema no se habría planteado si Pablo Iglesias se hubiese retirado de la vida pública. De hecho, la pregunta que precede a esta es : ¿Cree que [Pablo Iglesias] ha dejado el partido ? a lo que Belarra responde « ha dejado la politica institucional y todos sus cargos… », « ¿Pero ha dejado el partido ? » «El es el director de la fundación y sigue haciendo muchas tareas muy relevantes en la fundación a nivel de alianzas internacionales…» pero Belarra añade que ha dejado el partido y « no ocupa ningún rol dentro de Podemos ». Obviamente Ione Belarra elabora una respuesta combinada a la pregunta de Angels Barceló. No puede ser de otro modo porque no existe una respuesta simple a esa pregunta : Belarra reconoce que habla a menudo con Pablo Iglesias y que este sigue participando en el partido.
Quizás haya dejado sus cargos, pero no se ha ido de la política ni de Podemos, de hecho sigue siendo un líder, el profeta del « Sí se puede », que planea lanzarse con su propio proyecto informativo, una vez superada la etapa de « La Base » del diario Público. Su objetivo es precisamente dar voz a esa izquierda maltratada por los medios, una izquierda que es, ni más ni menos, Podemos, ese bebé del que se ha desprendido en cuestión de cargos públicos. La pregunta que formula a continuación no es contra Belarra por ser mujer, como lo insinúa esta, sino contra la sombra de Pablo Iglesias que no se ha ido ni se irá, sino todo lo contrario.
Por eso, sin respuesta satisfactoria, Angels Barceló pretende volver al asunto de otra forma : « ¿Consultará con él la decisión que tenga que adoptar Podemos a la hora de formar parte de la candidatura de la plataforma de Yolanda Díaz? » No es una pregunta tan descabellada cuando Iglesias tiene una presencia mediática (redes, radio, podcast), y una influencia directa entre sus fieles muchas veces superior al de las personas que tienen cargos en el partido.
Para algunos ciudadanos de izquierdas, el periodismo independiente no consiste en poner los puntos sobre las íes, sino debajo. Compensar el daño infligido, casi el ojo por ojo, y que no molesten a los suyos, a riesgo de ser tachado de machista o de facha. A esos no les interpela que alguien tan marcado políticamente como Iglesias dé su visión de los hechos desde un medio, pero qué mala baba parece llevar la pregunta que mucha gente, izquierda incluida, se hace en estos momentos : ¿Hasta qué punto Pablo Iglesias ya no está en Podemos ? ¿Hasta qué punto Ione Belarra es la líder de Podemos? ¿Hasta qué punto Yolanda Díaz no les va a comer la tostada a todos por ejercer un liderazgo nítido?
Cierto que esa pregunta Barceló no se la haría a ningún otro político hombre, ahora mismo, pero a otra mujer tampoco. Una pena que Ione Belarra no haya respondido.
Covadonga Suárez
Para algunos ciudadanos de izquierdas, el periodismo independiente no consiste en poner los puntos sobre las íes, sino debajo. Compensar el daño infligido, casi el ojo por ojo, y que no molesten a los suyos. Share on X
Aún considerando lo que dices, creo que fue una falta de reflejos, que la respuesta debiera incluír tanto un «cuando llegue el momento, decidiré» como un «por qué no?», dejando claro, de paso, la posición.
Gracias Antonio.
Claro. Estoy de acuerdo. Es una forma de liarla inútilmente. En el momento se crea una cortina de humo porque los recalcitrantes cierran filas con el cuchillo entre los dientes pero, a la larga, agitar un tópico ideológico, aquí infundado, para acabar no respondiendo, alimenta la insinuación tras la pregunta y subraya esa fragilidad de cara a las elecciones.