« Soy de centro bipolar moderado ». Una buena parte de nuestra clase política oye resonar esa voz en su cabeza, y cualquier día se les escapará en un mitin.
Después de la fase en la que se niega la existencia de problemas, la rebosante de sentimientos eufóricos, de confianza y optimismo exagerados que llevan a idear planes en la creencia de que nada podrá detenerles, se sucede a menudo la fase en que empiezan a verlo todo negro, confiesan padecer de insomnio ante ciertos escenarios que antes les parecían evidentes, y toman decisiones dramáticas como, por ejemplo, convocar elecciones. En episodios de este tipo las expresiones del individuo afloran del modo más inesperado y dispar. Hoy sabemos que una cosa es ser oposición, otra ser candidato, otra presidente en funciones,… Y esto no lo digo yo, lo dice Carmen Calvo.
Recapitulemos : tenemos un centro que lo está pasando muy mal para poder avanzar en este mundo de locos. Y para poder entenderlo debemos primero negar la izquierda y la derecha tradicionales, y si acaso hablar de la posibilidad de un gobierno progresista, de cooperación, constitucionalista, de moderación, como si fuéramos todos una pandilla de boy scouts bebiendo infusiones florales en un centrocampismo infinito. Bien, hay que decir que la moderación la inventó Adolfo Suárez para que convivieran militares cabreados con comunistas recién legalizados en una época en la que la gente estaba deseando paz y libertad, pero ahora el ciudadano está hasta el moño del apaño, y muy de vuelta de todo -democráticamente hablando-.
Yo, con toda la humildad, les diría a mis malogrados representantes, que están abusando del concepto. Los escenarios y las escenitas son de lo más inquietante, y algunos lo reducen todo a eso.
Rivera, por ejemplo. Tras maldecir la unión de lo que fue el sueño de una noche de verano, y pegarse él mismo un verano padre, ha esperado a ver a Sánchez al borde del abismo para proponerle tres medidas enrabietadas. Y pasar del « no es no » a casi preguntarle « ¿no, entre tú y yo, qué es ? ». ¿Sadismo ? ¿Cachondeo ? No hay tiempo para respuestas. Sánchez no puede aceptar prenderle fuego a Cataluña en seco y a las bravas, e inmolarse a sí mismo en la última curva porque se lo pide el querido Albert. No se trata de un dilema moral sino práctico -ya demostró en el pasado, que de querer el endurecimiento de la ley a publicitar el diálogo no hay más que un paso-. La moderación consiste en quedarse tan ancho ante cualquier posibilidad.
Pero en el centro más neurálgico, Rivera es un ejemplar fascinante. Lleva proclamando su centralismo desde que tiene uso de nación, y ahí lo tienen, con la cabeza dándole giros de 360° cada dos lunas. El, que cada vez que toma aire se rompen todas las brújulas del reino, ya ha anunciado sus pulsaciones y está calentando por la banda como una cerilla humana.
Los tiempos están tan locos que a veces incluso veo Iglesias moderados, pidiendo mediación al rey o imaginándose apoyar un 155 en un caso extremo, es decir, si Sánchez se lo pidiera. Todo sea por que Pedro recupere el sueño y la fe. Pero eso no sucederá. ¿Pactar con Podemos ? A Pedro se le eriza la piel de terciopelo sólo de pensarlo, él no quiere un gobierno de izquierdas sino progresista. ¿Se creían ustedes que era lo mismo ? Yo también. Somos unos ignorantes.
El único que sigue fiel a sí mismo es el PP, por eso subirán. Casado también habló de centro pero fue más por ir de moderno y ser el del medio en las fotos. Aprovechando el bajón de Vox, él prefiere seguir montando su propio caballo y ser la derechita cobarde a andarse con triquiñuelas, dejando a su vez a los primos de lo extremo que vayan de destroyers. También dijo que la corrupción era la marca distintiva de su partido. Y eso mola. La gente quiere autenticidad aunque le roben hasta el gato. Ya habrá tiempo para tirarse por las ventanas, pero ahora aparta de mí este cáliz enrevesado. Todo tiene que ser y será mucho más sencillo. Los electores están hartos. Seguirán viendo la tele porque siempre hay una encendida en todas partes y el sonido les hará volver la cabeza, pero eso es todo.
Así que, queridos míos, ahorren saliva. Votarán a la no derecha o al que los tenga mejor puestos. Ese es el auténtico bipartidismo de base a pesar de todas las ramificaciones existentes, y de las que ya se perfilan en el horizonte.
Y todo gracias a la labor sin falla del centro bipolar moderado.
Covadonga Suárez