La izquierda se toma diluida, dicen las malas lenguas, las de dentro, las de fuera y las de alrededor. Los electores temblorosos y cabreados se echan las manos a la cabeza ante la estampida de Errejón, otros aplauden el valiente gesto, y los de enfrente esbozan sonrisas ladeadas porque el bolchavismo antipatriota se les ha atragantado.
Todos tranquilos. Sólo es una cuestión de punto de vista. Nada ha cambiado en realidad, esto ya era así. Los que hemos cambiado hemos sido nosotros. Pero hay que decir que la clase política nos ha ayudado. Y mucho. Por algo están para servir a España y al pueblo que los sostiene y sustenta. Gracias a no pocos de ellos, y al esfuerzo de sus informadores, hemos cogido impulso para instalarnos cómodamente en un ambiente de agresividad y embuste asistidos que ya dan resultados electorales. Por ello, descansamos nuestra moral sobre los cimientos de una sociedad que irradia una especie de ‘spanish way of life’ muy próximo al bellaquismo. Perdón, pero esta palabra había que inventarla.
Mirando el sustrato de nuestro suelo español, casi me atrevería a decir que todo empezó antes del famoso 1-O. En aquellos preliminares todas las fuerzas políticas cantaban el alirón -salvo algunos que guardaban silencio- mientras se afilaban los cuchillos del orden, hasta que sucedió lo inaudito : se pidió sangre en la calle. El primer estallido de violencia no fueron las cargas policiales, fue aquella muchedumbre gritando « a por ellos ». Definitivamente, España se destruye y se construye en la calle. Y los de arriba, lo saben.
Entretanto han pasado muchas pequeñas y grandes cosas, todas en la misma dirección. Por eso no es de extrañar que ahora se haya puesto de moda el « a por ellas ». Ya puestos. Aún hemos visto recientemente a la Manada pasearse por los juzgados aireando el carrerón de abusadores sin que se arquee una ceja justiciera que los encierre preventivamente. Pero es que ya no hace falta. Los planteamientos actuales son fáciles de enunciar : sólo hay que agitar suavemente la página de sucesos hasta que caiga de ella un hombre maltratado y ya tenemos base para cambiar el género de la violencia de género. Más aún, la presencia de un inmigrante ya es para muchos más inquietante que la de un violador, a no ser que el violador sea inmigrante, o que el violador sea mujer, o que el violador sea independentista.
Como comunicador, el bellaco desacomplejado y bien situado es una especie protegida, en las redes, en la calle, en las agencias, y en los hemiciclos. Se normativiza porque está asentado como prototipo de actitud válida y útil en la transmisión de la información, por eso le salen cómplices y amigos, y tiene toda la cancha que las leyes del absurdo permitan y que la difusión a gran escala promulgue.
Si hacemos abstracción del contexto, la fractura de la izquierda no es tan novedosa ni tan inesperada, pero se está planteando como la última rareza-crísis-traición dentro de una ideología en eterna transición que nunca acaba de entenderse o de conocerse. Dado que la derecha ahora es una obra de soldadores, y que en ella lo único que se diluyen son las fronteras entre siglas, es cierto que lo raro es hacer carrera inversa y romper la baraja, más aún cuando la unión oportunista se ha revelado eficaz y ha dado sus frutos en Andalucía. Eso coloca la acción contraria en un plano de fracaso, de traumático divorcio y no en un plano de adaptación a la realidad.
Los que hemos cambiado hemos sido nosotros. Somos el producto de una formación mediática transversal que se desplaza de forma vertical hasta llegar al suelo raso que pisamos, ese estamento en forma de boomerang. Ellos, los de arriba, lo saben. Como saben que España se destruye y se construye en la calle.
Covadonga Suárez
El bellaco desacomplejado y bien situado está asentado como prototipo de actitud válida y útil en la transmisión de la información. Share on X
Como siempre excelente análisis. Lo triste es que yo, recalcitrante izquierdista, me siento huérfano, engañado, abandonado. Y me temo que somos muchedumbre los defraudados por los pablos, errejones, oltras, adas y ahora manuelas. Si ya no nos quedan ni las abuelas…
Gracias Jorge, pienso que la izquierda ha perdido autenticidad, ha desvirtuado el antiguo mensaje y ha decepcionado a mucha gente. Ya sabes que la palabra «crisis» significa separar o decidir, y de ahí los términos crítica y criterio. Espero que esta ruptura lleve a todos a una reflexión que suponga el revulsivo necesario para resituar a sus actores en la realidad. Pienso, en todo caso, que un estallido a veces es necesario para que empiece la autocrítica.
Como facer ver isto á ‘xente de arriba’?
Supongo que respondiendo desde abajo. Las acciones que emprendamos -de cualquier tipo- crean ruido social y pueden trastocar la eficacia de la manipulación, remover conciencias y, sobre todo, expresarse en las urnas. El lenguaje universal son las urnas, y los de arriba están muy unidos «sentimentalmente» a ellas. Es el mensaje más directo, la única conquista democrática que no pueden desprestigiar a no ser, ya sabes, que lo declaren ilegal.