Cada uno que lo llame como quiera, pero, además de lo que tuvo de show televisivo, si no fuera por lo simbólico del acto y la proyección internacional, al PSOE le hubiera costado justificar el desfile de descendientes y simpatizantes en un acto que debía haber sido lo más austero y privado posible, y no una aceptación resignada de caprichos, chulerías e improperios de los nietos contra el gobierno y la autoridad.
A la exhumación, siguió en el cementerio un recibimiento -al más esperpéntico estilo pandillero- de golpistas y franquistas. Pero el guiño democrático oficial tuvo lugar en el Valle de los Caídos : la salida a hombros por la puerta grande, los vivas a Franco de la familia retransmitidos a todo el planeta, las bendiciones múltiples del representante de la Iglesia, y, por supuesto, una comitiva gubernamental, cumpliendo con una función entre testigo y escolta, para que quedara claro quién manda en España. Y no es el PSOE.
Para explicar toda la dignidad de la escena, que gobierno y medios aseguraban “sin honores”, quizás tendríamos que remontarnos a los tiempos de las sagradas escrituras, libros con los que nunca hemos sido lo suficientemente precavidos.
Veinte siglos después de Cristo, en España empieza a admitirse socialmente el lado oscuro de la religión, alentada por la voluntad política de renovación de símbolos, y se habla de un estado laico como signo de progreso, de libertad y de convivencia. Sin embargo, ese algo de trascendentemente ancestral a lo que se renuncia en la forma, desplaza la necesidad original de adoración y de infinitud al campo de lo laico, a la estructura de las instituciones y del sistema político cuya base es hoy, cómo no, un texto sagrado de substitución : la Constitución del 78.
De hecho, en esta época impía, nunca el integrismo constitucionalista tuvo tantos adeptos, no hay como la normativa legal para enardecer a las masas que se creen libres y europeas desde los tiempos de Felipe González. Sin ir más lejos, eso explicaría muchos comportamientos de los aplicadores del texto, y cómo esa doble moral viene abanderada a la perfección por el actual PSOE. Destaquemos simplemente la curiosa superposición de dos hechos en tiempo real : la tramitación de la exhumación de un dictador que se cargó a medio país por Dios y por España, y el envío masivo de policías a Cataluña como medida preventiva, por la Constitución y la unidad de España.
Sin embargo el texto sagrado actual también es hijo de su tiempo y de su espacio, que nada tienen que ver con el resto de Europa, continente donde todos los países se construyeron de espaldas al fascismo. Sus líderes totalitarios fueron vencidos para luego desaparecer de forma violenta, sus cuerpos despreciados, casi anonimizados y alejados de una nueva sociedad purificada por la condena oficial de los tiranos y su ideología. Pero Franco había muerto en su cama y había nombrado sucesor : su voluntad se respetó sin referéndum, como se respetó su deseo de ser enterrado en el Valle de los Caídos y, como, 44 años después, se sigue permitiendo su exaltación en la calle, su representación democrática abanderada por partidos políticos, rememorada en asociaciones que llevan su nombre, y enaltecida en la alta consideración nobiliaria y expolio-patrimonial de sus intocables descendientes.
Eso explica también que a nadie a la derecha del PSOE le haya interesado la exhumación ni le interese la memoria histórica. Porque el franquismo se diluyó en la nueva España a través de una constitución que incluía a los representantes del dictador jugando al ajedrez con los representantes de una nueva democracia donde nadie le haría jaque al rey, rey que nunca pondrá en entredicho al que le ha regalado un reino perdido, como la Moncloa será fiel al monarca que instauró el sistema que le dio poder legítimo, y la más opuesta oposición aceptará la estructura piramidal que le da espacio electoral y presencia social. Hasta llegar al último republicano furibundo de cuna, ahora aterciopelado.
En la genética constitucional se basa y se apoya permanentemente la deriva ultranacionalista y la derechización de las actuaciones y discursos de casi todos los partidos políticos del estado. Por eso les da una pereza infinita desenterrar a las víctimas. Por eso, la digna exhumación del tirano es valorada a posteriori como un punto final que pretende dar carpetazo a los no exhumados. Por eso, 44 años después, el detallazo a Franco casi pasa desapercibido.
Covadonga Suárez
No pasa desapercibido: es un apercibimiento por si nos desmandamos.
Toda una performance para dejar claro que nada va a cambiar, es una vacuna de recuerdo, un mensaje subliminal para que no olvidemos que España en su adn va a seguir siendo así , porque si, porque así lo quieren los que manipulan el mundo y sus masas , por la gracia de un dios y su religión ; un planeta capitalista y mercantil que solo vende humo para seguir adoctrinando a una sociedad esclava que cree ser libre.