Empieza a ser molesto esto de los líderes borrosos. Obliga a ajustarse las gafas sin razón, a preguntarse una y otra vez si les falta graduación, si vuelven a estar sucias, si se han vuelto a aflojar las patillas o si es una simple cuestión de vista cansada. Son cosas que antes pasaban mucho menos. Ahora empieza a ser sintomático.
La última vez fue esta mañana delante del tuit de Pablo Iglesias alabando a Rajoy, elegante y honorable donde los haya, y siempre a la escucha. No daba crédito a mis dioptrías, me descolocó tal estupidez, sobre todo por lo reciente de la última incongruencia del líder de Podemos, que fue, cuando menos, sonora. Desconozco cómo es Mariano en la intimidad, igual hasta habla catalán como su terrible predecesor, pero eso es indiferente a la vista de sus acciones. Y además, en todo caso, el tuit hablaba del político, ese “que sabía escuchar”, ese cuya elegancia más reciente expuso la metonimia más burda de la historia de la joven democracia en el Congreso de los Diputados: dejar un bolso ocupando su escaño durante la moción de censura que le era dedicada, mientras los representantes del pueblo español se dirigían a él.
Probablemente el bolso era todo oídos, había dentro una grabadora, o el presidente sufría una indisposición fulgurante que lo retuvo horas y horas alejado de los reproches.
Resulta deslumbrantemente inútil que sus propios rivales maquillen un legado político deplorable, aunque quizás la fiebre de mostrarse constitucionalmente correcto antes que coherente se esté propagando entre nuestros líderes hasta extremos insospechados. Sin embargo, cuánta energía desperdiciada, porque Rajoy no necesitó ayuda de nadie para exponer su listado de pretextos y mentiras durante su leve paso por la moción, ni mostró el más mínimo atisbo de remordimiento, de arrepentimiento o de simple autocrítica. Así, abandonó el hemiciclo con la cabeza bien alta, primero porque según él no había hecho nada malo, y, segundo, porque él iba a seguir siendo español, y ya se sabe que hoy en día con ser español se tiene el cielo ganado.
Ser español, ese afán todopoderoso. Después de la parte por el todo -metonimia del bolso-, símbolo de lo que fue el PP todos estos años y los anteriores, Rajoy entonó el canto del cisne acariciando un valor de moda, el que le estaba saliendo rentable a su oposición más íntima. El del borroso Rivera. Nunca una oposición fue de un tal apoyo al poder vigente como Ciudadanos para el PP, fiel hasta el último suspiro del evaporado presidente incluso a costa del bienestar de los españoles, esos que Rivera ve a destajo pero decide poner en stand-by. Tras la debacle en cultura, sanidad, pensiones, tras el paro, tras la mano que aprieta el dinero y corre, Rivera no apoya la moción porque el nuevo gobierno no es el suyo. Y los españoles pueden esperar mientras estén rabiados y rabiosos, porque ahí está el quiz de la cuestión : la pérdida de la dignidad del individuo es, con el discurso apropiado, proporcional al incremento del orgullo nacional, contradicción insolvente pero real.
El cordón umbilical que le unía a Rajoy estaba destinado a absorver el electorado a fuerza de optimizar su perfil a la sombra caliente del árbol finalmente caído. El PP, por su parte, ya no utilizaba esos conceptos, tenían demasiada mala prensa, no convenía abusar, la democracia era otra cosa, pero Ciudadanos no tenía deudas con el pasado, no tenía que reciclarse de nada, la camisa de Rivera olía a juventud, a renovación, a Chanel y a valores estándar que despistan a cualquiera. Qué bello es hablar de progreso, unidad, fuerza, orgullo, sin aflojar en el campo léxico de lo español porque ¿qué tiene de malo ser español, serlo a tope y siempre? ¿y existe acaso algo mejor para desculpabilizar 40 años de concepto bruto y militarizado que utilizarlo a porrillo en ambientes libres y optimistas e inscribirlo en un entorno constitucional? No hay mejor forma de borrar los complejos de una sociedad moderna apaleada y castrada hasta la inexpresión.
El problema es que la otra España, la que no contaba hasta ahora, acompaña hoy a un nuevo presidente en el hemiciclo, y el hasta ahora borroso e improbable Pedro Sánchez ha constituido un gobierno de diseño como hacía tiempo no veíamos. De pronto, el líder socialista aparece en nuestra retina más nítido y reluciente que los puristas de ambos bandos. Malditas gafas.
Covadonga Suárez
La otra España, la que no contaba hasta ahora, acompaña hoy a un nuevo presidente en el hemiciclo, y el hasta ahora borroso e improbable Pedro Sánchez ha constituido un gobierno de diseño. Share on X
Buen post,y lo peor de todo es que con los años que tengo a la espalda llevo intentando, limpiar, adaptar e incluso regular las dioptrías de mis gafas, pero me sigue siendo muy difícil dar con el enfoque.A lo mejor es como decía el otro,abra que cortar por lo sano.
El caso es no perder ese nivel de consciencia. Gracias, Juan Luis.