Yo también he ido a ver “Los increíbles 2” pero, aunque es tentador analizar el contexto sociopolítico de su realización, prefiero hablar -desde mi cerebro particular con briznas de universalidad- de lo que lo que la película es capaz de vehicular en una sala de cine cuyo público es en su mayoría desconocedor de la actualidad internacional, por cuestiones de edad mayoritariamente.
Para empezar quizás convendría recordar que el punto de partida es una familia de superhéroes : el padre, Mr. Increíble, la madre Elastigirl, y los hijos (la niña-adolescente Violeta, su hermano mediano Dash y el bebé Jack-Jack). En esta segunda entrega la sociedad rechaza a los superhéroes por todos los daños colaterales que provocan cuando intervienen, por esta razón los políticos los han ilegalizado. El proyecto del multimillonario Winston Deavor consiste en propulsar a Elastigirl para convencer al mundo de que los héroes son necesarios. ¿Por qué ella? Porque, como si de un estudio de marketing se tratara, ella es la que más puntúa en el ranking de la relación eficacia-coste, es decir, la que produce mejores resultados y provoca menos desperfectos. ¿Y de qué manera van a lanzar a la superheroína? Pues combatiendo la manipulación de la información, la que sólo presenta un caos final y no el trabajo tenaz y milimétrico que parece evaporarse en una secuencia demasiado vertiginosa para el ojo humano. Por ello Elastigirl llevará una cámara consigo que filmará en todo momento sus proezas y los desastres que evita a su paso.
¿Qué quieren que les diga ? No hace falta saltar el charco para entender la manipulación o despiece de la información, la utilización selectiva de esta y la ilegalización unilateral que utiliza el miedo como base. Seguro que se les ocurren varios ejemplos. Sí, ya sé que el director al filmar no tenía en mente lo que tenía yo allí sentada, pero eso es lo de menos, yo diría incluso que eso es lo mejor, y es también la prueba de que la universalidad de la mente y de los conflictos humanos se abre paso entre la subjetividad y la larga distancia. Así que yo con mi cerebro y los demás con el suyo seguimos adelante en aquella sala para comprobar con estupor que todos los personajes relevantes eran mujeres. Elastigirl es la elegida para convencer al mundo y a los políticos de la utilidad de los superhéroes, porque sencillamente es la mejor para el trabajo; el cerebro que está detrás del magnate filántropo es su hermana, una mujer discreta y cínica que mueve los hilos de la operación pero que prefiere la sombra; también tenemos a Violeta, que a pesar de su edad es completamente independiente, no sigue realmente el ritmo familiar, tiene sus propios problemas y su propia personalidad, y que incluso ayuda a su padre a sostenerse; y Edna Moda, la mujer que diseña los trajes de la familia, quien por pura curiosidad y amor al reto consigue identificar los superpoderes de Jack-Jack, aislarlos y controlarlos. Los hombres están sobrepasados por los acontecimientos como Mr. Increíble o el multimillonario optimista que no las ve venir en ningún momento, o los chicos de la familia que, en su afán de diversión se quedan en un nivel de consciencia muy inferior. Y no digo más por aquello del spoiler.
El auténtico hallazgo de este film de animación es sin duda su radiante y subyacente feminismo. ¿Que es secundario? ¿Que el director no lo pretendía, no lo sabía o no se lo planteaba como objetivo principal? Eso está claro pero también es lo de menos. Está claro porque conscientemente expone el tópico de la mujer que trabaja fuera de casa y del hombre que debe hacerse cargo de las tareas del hogar (y que naufraga y se ahoga en el intento), es el primer grado, el primer objetivo cómico, además de un tema recurrente, típico y previsible, casi machista por su planteamiento sexista. Pero detrás asoma una crítica al machismo más callado e impotente, el que lleva al cabeza de familia de la película a preguntarse “¿por qué ella y no yo?”. Mr. Increíble no lo verbaliza, pero lo trasluce hasta el punto de que el dolor de no trabajar alcanza su momento culminante cuando ve la admiración que su mujer despierta haciendo lo que a él le gustaría hacer, como grandiosa es la escena en la que explota ante su amigo porque se ve degradado y “reducido” a ocuparse de la casa y de los niños, él, Mr. Increíble, ahora agotado y sobrepasado. Y ese es el drama del machismo laboral en pareja, resultante de una vulnerabilidad que ningún hombre moderno -y menos un hombre “super”- admitiría sintiéndose orgulloso de su mujer y ansiando, como es el caso, su felicidad.
Al igual que el hombre moderno actual que está llamado a ser competitivo y fuerte, Mr. Increíble necesita ser un superhéroe para existir, necesita ser reconocido, admirado, además de hacer lo que le dicta su propia naturaleza necesita brillar. Sin embargo para su mujer, que también lo necesita, ni su dignidad ni su existencia como persona están en juego, pues la sociedad nunca ha puesto esa presión sobre sus espaldas y sí un buen número de obstáculos. Todas las mujeres de esta película son mujeres con aspiraciones, independientes, saben esperar su momento, no se conforman, no se resignan y no se desesperan.
Francamente, desde aquel Bambi, cuyo bosque fue concebido como un compendio de machismo, sexismo, clasismo, e incluso solapada homofobia, la evolución del cuadro de costumbres animado es clara. La información extraíble en Los Increíbles 2, menos moral y más formativa, nos propone, de manera subconsciente, una toma de «consciencia».
Covadonga Suárez